Karina Breceda, directora de un albergue para migrantes embarazadas en El Paso, Texas, comparte su visión sobre lo que significa ser «provida». Para ella, no se trata solo de apoyar el nacimiento de un bebé, sino también de garantizar que los derechos de ese bebé sean respetados, como el derecho a la nacionalidad si nace en Estados Unidos. Sin embargo, las políticas implementadas por el presidente Donald Trump amenazan con eliminar este derecho, lo que genera preocupación en quienes defienden la justicia migratoria. Breceda, quien es estadounidense de padre migrante mexicano, subraya que ser provida es también velar por la dignidad y el futuro de las madres y sus hijos.
En los últimos días, el flujo migratorio ha disminuido considerablemente en El Paso, en comparación con los últimos dos años, cuando miles de solicitantes de refugio intentaban cruzar la frontera. El albergue Maris, que solía estar lleno, ahora se encuentra casi vacío, lo que refleja los efectos de las políticas más restrictivas implementadas por la administración Trump. Las patrullas fronterizas y las amenazas de redadas, que incluyen la detención en lugares como iglesias y escuelas, generan un ambiente de miedo e incertidumbre entre los migrantes, especialmente aquellos que se encuentran en situaciones vulnerables como los niños nacidos en el país.
En este contexto, tanto los residentes como los migrantes en El Paso tienen opiniones divididas sobre la política migratoria. Mientras algunos creen que los hijos nacidos en Estados Unidos deben tener derecho a la nacionalidad, otros como James Thomaston, un jubilado que vive en la zona, opinan que los migrantes no deberían beneficiarse de este derecho. La situación también afecta a los llamados «dreamers», aquellos que llegaron siendo niños y ahora viven con el temor de que sus derechos sean revocados. En este escenario, el «sueño americano» parece alejarse para muchos, mientras la comunidad fronteriza enfrenta los desafíos de un entorno político y social cada vez más tenso.
