
En Brasil, los consumidores enfrentan una creciente preocupación por el aumento de los precios, tanto en el sector de alimentos como en el de los combustibles. La reciente subida del 7,1% en el precio de la gasolina y del 5,3% en el gasóleo ha desatado alarmas entre los brasileños. Esta alza, impulsada por un incremento en el impuesto sobre la circulación de bienes y servicios (ICMS), podría ser solo el principio de una serie de aumentos más, que afectarán directamente los costos de transporte y, en consecuencia, el precio de los productos alimentarios.
La guerra de precios en el sector alimentario también está causando estragos, con un aumento del 1,06% en el costo de los alimentos y bebidas durante enero. Entre los productos más afectados se encuentra el café, cuyo precio ha alcanzado niveles históricos debido a factores como la sequía, el tipo de cambio y el aumento de exportaciones. En este contexto, el municipio de Sorocaba, en São Paulo, ha tomado medidas para aliviar a las empresas tostadoras de café, eximiéndolas del impuesto predial y ofreciéndoles descuentos en otros impuestos municipales.
El impacto de los aumentos de precios se siente con más fuerza en ciudades como São Paulo, Goiânia y Campo Grande, donde los precios de los alimentos han subido más del 10%, especialmente en productos como la carne de vacuno, cuyo costo ha aumentado un 31,32%. Estos incrementos han tenido un efecto negativo en la popularidad del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, cuyo índice de desaprobación alcanzó el 49%, superando por primera vez a los que lo aprueban.
La preocupación de los brasileños por la inflación alimentaria es cada vez mayor, con un 83% de los encuestados afirmando que los precios de los alimentos han aumentado en el último mes. Esta situación ha afectado directamente la percepción pública del gobierno, reforzando la importancia de la inflación en el debate político y económico del país.